Mi ramo no marchito


 

¿Tirarlo? No. Por vencida, jamás. El olor a podrido viene de algún lugar más. TIENE que venir de algún lugar más. 

Aprieto fuertemente contra mi cara los pétalos grises del hermoso ramo de flores violetas, que algún día fue un hermoso ramo de flores violetas. Unos minutos después, escondo entre sollozos los pedacitos desgarrados que se me escurren por los dedos, abajo del perfectamente entero mantel celeste que me regala la imagen especular de bienestar. 

¿Cúan inevitable es el instante de resequedad de la punta de la hoja? ¿de su contorno? ¿y del cuerpo entero? Con el tiempo, nuestro irritante descuido, nuestro darle la espalda con la frente bien alta a un grito ahogado que pide agua, agua limpia. 

Desde la sugerencia, debería darle, abrazarle con amor e imperativamente no le doy una mierda. Sinceramente, nosé si me queda tal cantidad en el fondo del bolsillo. Dudo me entre el maremoto que los tallos necesitan para enverdecer su sangre. 

Por supuesto que sí, traté de mejorar el panorama regándolo con las últimas gotas que me brotan al final del día y lastimosamente mi pecho sintió que caían a la nada misma por un pozo ciego en el fondo del cristal. Como si el florero ya hace tiempo estuviese vacío. Lo cual, debe de no ser cierto porque te veo levantarte por la mañana, porque siento tu tacto cuando me das de la mano y te escucho, cuando puedo, con atención. 

Pienso, cuán egoista me comporto hacia la muerte. Hacia negarme aceptar que el día de ayer se le cayeron la mitad de las flores, con tan solo un fugaz momento de cotidianeidad. Seré siempre la ingenua que piensa que no está soñando, al visualizar el violeta brillando nuevamente con el sol de las seis de la tarde. 

¿Es dicha resurrección acaso un fenómeno empecinado y anti natural? ¿Acaso ese día que te deje horas al rayo del sol significó un ocaso infinito? hoy me encuentro durmiendo acelerada bajo el  cielo raso de un imposible que cada día baja más y más. Mañana por la madrugada, me rosará la punta de la nariz. 

Rotundamente, me niego a declarar nuestro ramo marchito. 

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